viernes, 6 de junio de 2025

La caída del Imperio de los cobardes

 

Por si no se están dando cuenta, las cosas están cambiando. Sé que en Jerez las cosas pasan más despacio, lentas, como una noche de verano en el que el sueño hace todo más lejano. Pero después de recorrer gran parte de la península durante estos últimos años uno comienza a atar cabos y hay una verdad que se vislumbra.

La caída del imperio romano tiene ciertas similitudes al periodo en el que nos encontramos ahora nosotros, el de la decadencia de Europa. Como entonces, hoy nos encontramos en una manifiesta caída de los valores tradicionales, un elevado egoísmo aceptado en la sociedad y, no olvidemos, gran cobardía de la ciudadanía.  

Es curioso que lo anterior viene unido a la descomposición de las familias, en declive y pérdida acuciada cuya consecuencia principal es la falta de nacimientos y las grandes emigraciones procedentes de África cuyos individuos llegan, se instalan pero, muchos de ellos, no se integran. 

Y si a todos estos factores no casuales le añadimos el de la ignorancia nos encontramos con la tormenta perfecta. Es decir, la ignorancia en nuestra sociedad de la información es una paradoja que me deja atónito, pero que sufrimos como una plaga. Y es que ahora tenemos muchos titulados, técnicos cualificados, pocos analfabetos. Pero sin embargo, hay una gran mayoría de la población que no está educada. Verán individuos con varias carreras que son incapaces de escuchar en un diálogo, tener la más sana crítica que disienta de una corriente de pensamiento o, simplemente que tenga capacidad para dar las gracias. No verán a los niños recibir valores de sus padres sino culpar a sus profesores por no tenerlos. No hay educación, ahora hay conocimiento. 

Cobardes todos nosotros ahora, como entonces en la antigua Roma, más dispuestos a agachar la cabeza frente a los ineptos y corruptos políticos y poder conservar así nuestros privilegios. Nadie se levantará a defender su cultura, educación y valores si en ello puede perder su comodidad. La cobardía y el egoísmo han corroído los huesos. Los cimientos de Europa se tambalean. La caída ha comenzado, lástima que nadie se de cuenta.

viernes, 23 de mayo de 2025

El anormal

 


El anormal es la persona que después de haber hablado contigo un buen rato unos días antes (cuando no haber golpeado tu hombro de forma animada), te lo encuentras por la calle a pocos metros y no te saluda. Ni él mismo sabe la razón de por qué lo hace; puede ser falta de educación, de personalidad o simplemente de cerebro. Lo que está claro que debe ser por una especie de anormalidad congénita que provoca un sentimiento falso y estúpido de superioridad en contraposición a haberle tratado con amabilidad previamente.  

Pero luego está el otro tipo, ¡qué tipo!, que parece creer que es más que tú y, en vez de saludarte al pasar, mueve el hocico, una ceja o simplemente levanta su barbilla tal y como si te estuviese perdonándote la vida en el Coliseo. Es un momvimiento microscópico, casi imperceptible, desdeñoso y parecido a cuando te cuesta absorver un espaguetti. Me pasó esta semana. Un individuo con el que, por razones profesionales, había estado hablando algún tiempo atrás me perdonó la vida moviendo el hocico de forma circular.

Este comportamiento tan anormal es propio de la sociedad que hemos creado. Es la reacción del anormalizado  ante un comportamiento tuyo educado y amable previo. Su estupidez te toma por tonto. Un personaje que no te conoce y simplemente actúa según su falta de educación. Trátelos sin consideración alguna, ignórelos, es obvio que usted no podrá educarlo sino lo hizo su propio padre. Esó sí, ríase en su cara, es terapeutico.  

viernes, 16 de mayo de 2025

Quincuagésimo pelotazo fotovoltaico

 


Esta semana también. Bonilla, ese presidente tan sonriente como inepto, interesado según le untan mantequilla en Sevilla para un futuro, ha dado el visto bueno a otros tres proyectos de plantas fotovoltaicas en nuestro término municipal. Y piensen que ya son 50 proyectos que se han instalado o están en ello. Pero no piensen que es por nuestro interés econonómico o estratégico (aquí no viene empresa alguna a invertir -miren nuestro tejido industrial en la última década, no llegamos ni a un 1%-) sino por obtener terreno mal regalado de nuestra agricultura, libre de control en el cumplimiento de los mínimos requisitos legales o plan de control e implantación y por la inigualable facultad del jerezano de apié de callar hasta cuando le apalean y lo saben. Hasta por no tener, no tenemos ni una asociación ecologista con dos pares que diga algo.  

Aquí hay gente ganando dinero bajo cuerda con las concesiones y autorizaciones, al estilo del pelotazo inmobiliario de inicio de este siglo. Nadie mira debajo de la alfombra roja que le ponen a los buitres que voletean por nuestros campos, tampoco en los cajones de las oficinas públicas que los autorizan. Nadie se pregunta qué clase de consecuencia supone regalar el campo para que un puñado de especuladores se enriquezcan. Nadie entiende y a nadie importa. Salvo cuando se fue la luz. En aquél momento miramos los aerogeneradores. Y una extraña sensación nos recorrió el cuerpo. Era la verdad. Aquello era una gran mentira para que alguien gane más dinero.

jueves, 15 de mayo de 2025

El silencio de los corderos

 

En el silencio de los corderos el asesino de extremada inteligencia Hannibal Lecter manifestaba que "solo quieres lo que ves". Es decir, si no lo ves, no lo quieres. Si no sabes qué pasa, nos da igual. Y pasa que, en la guerra de Israel-Gaza, siguen matando niños como si fuera algo normal. 

Parece que no miramos y no queremos mirar porque Israel tiene derecho a la defensa propia. Pero una cosa es la defensa de su territorios y sus ciudadanos, que sienta justificado atacar a unos salvajes y carniceros de un grupo terrorista Hamas, y otra muy distinta es matar a 20.000 niños pequeños palestinos de forma indiscriminada, salvaje e indigna desde el inicio de la Guerra Israel-Gaza.   

Perdónenme, sé que puede parecer un tema inoportuno (cuando empieza la fiesta local de Jerez) pero hoy se me revuelven las tripas de ver el daño en niños de corta edad y es un buen día para decir, ¡No maten más niños en Gaza, ya está bien!. Corran la voz.

viernes, 9 de mayo de 2025

28 valientes, solos ante el peligro

 

El próximo día 22 se cumplirán 14 años del mayor logro de libertad que ha visto esta ciudad en un grupo de personas que residen en Jerez. Libres de ideologías y mentiras y llenos de convicciones y decisión, pudimos depositar, por una vez en nuestra vida, la papeleta electoral que albergaba mayor esperanza de cambio, altruísmo y amor.

Cuando estás acostumbrado a la mugre de la política local donde se votan y revotan, años y años, a exconvictos, acusados de delitos prescritos, figuras humanas de la catadura moral más baja que existe, troleros, lametraseros, maniquíes, pantomimas, vendidos y descocados, es muy difícil (por no decir imposible) pensar distinto y trabajar decididamente frente a la banda de forajidos que ha tomado el pueblo.

Pues con todas las dificultades del mundo, con solo dinero propio de personas modestas, pagando multas injustas entre todos, con el mayor trabajo que colectivamente haya visto Jerez y sin esperar nada más que alguien se de cuenta del abuso de poder que sufrimos, un grupo de personas gritaron alto, fuerte y eternamente "LIBERTAD". Hasta hoy día resuena. Qué maravilla.

viernes, 2 de mayo de 2025

Alguien llama a la puerta

 


Cada día que pasa, con más frecuencia, repito cierta sensación desagradable que al principio no comprendía y, en cierta manera, me desorientaba. Es una sensación que me provoca sentirme incómodo en alguna de las situaciones de la vida diaria. Perdido en la confusión, poco a poco, he venido recapacitando sobre ello.

Se trata de una sensación que me hace sentir extranjero, es decir, extraño en el sitio en el que me encuentro, ajeno a la realidad que me rodea. Es como ver clara y llanamente lo que tienes delante, sin fachada ni maquillaje, pura, cruda, real. Es como haber despertado de un sueño y reconocer claramente lo que ves, sin la ignorancia que oculta la realidad, mientras los demás danzan en una mentira.

Ahora sé lo que causa este malestar incómodo. Lo he ido ganando con la edad. Antes fingía ignorancia, me costaba reconocer la hipocresía de la sociedad, era ingenuo y sentía comodidad en aquello que te decían y resultaba mentira. Entonces bastaba con mentir o no pensar, evitar la soledad y la crítica, mirar hacia otro lado, fundir tu pensamiento en la sociedad. 

La lucidez ha ido llegando a mi vida para quedarse. Llama a la puerta en todas y cada una de las situaciones y no hace amigos. Es una carga pesada, dura, que te hace no poder volver sobre tus pasos y a la que no pesa la soledad. Es directa, analítica, corrosiva y provoca la condena de acertar, la mayoría de las veces. Te convierte en juzgador despiadado, tormentoso, atormentado. Pero una cosa le reconozco. Provoca estar bien contigo mismo. 

viernes, 25 de abril de 2025

Estamos bien, tonto

 


Se cuenta que, en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertía con el tonto del pueblo, un pobre infeliz, de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 400 reales y otra de menor tamaño, pero de 2000 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risa para todos.

Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: lo sé, no soy tan tonto. Ella vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguecito acaba y no voy a ganar más mi moneda.

Esta historia cuenta que quien parece tonto, no siempre lo es. Además, podemos estar bien a pesar de que otros no tengan una buena opinión de nosotros. Y es que lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo. Anónimo.

sábado, 19 de abril de 2025

Mirar a través de una cerradura

 


Si usted va al centro de Jerez en Semana Santa y no dispone de palco, es usted un discriminado. Un discriminado porque le obligan a mirar a través de una cerradura el transcurrir de las procesiones y sus pasos. Sí, le dirán, las puedes ver, pero sepa que al estilo del que se cuela en un tonel de manzanas y puede mirar por un agujero, al estilo del que mira una obra de teatro con medio telón echado o con unos prismáticos con lente empañada. Ver es ver, pero no disfrutar. 

Los muros vallados puestos por doquier, al estilo de burladeros incluso en el color, reducen la visión, el disfrute del ciudadano y la libertad de todos nosotros para comunicar y trasladarnos por las calles de su ciudad en busca de sus procesiones o sus templos. Nos privan de decisión, espontaneidad e, incluso, del mensaje del evangelio si es creyente. Impide el disfrute espontáneo y libre de las procesiones y monumentos de las cofradías, provocando una ciudad colapsada en determinadas zonas de paso y grandes aglomeraciones peligrosas de personas.

Igual que no se cierra parte de las casetas de la feria, no se tienen que poner burladeros en las calles para que se coloquen los acomodados. Que más personas mayores hay deambulando entre planchas de madera y paredes de ladrillo que allí sentados. Que, seamos serios, la carrera oficial permitida por el gobierno local es la de mayor recorrido de Andalucía. Jerez de la Frontera cuenta con un recorrido de 1,4 kilómetros, Málaga con un recorrido mide 1150 metros, Cádiz con 1.100 metros y Sevilla con una carrera oficial de 1.070 metros. Hablamos de Málaga o Sevilla que nos cuadruplican en población y extensión de su ciudad. No es normal.

Seguro que un pez puede acomodarse a una pecera, o un elefante a vivir en un zoo, o un ciudadano puede acostumbarse a dormir en un banco o, incluso, una víctima de maltrato llega a acostumbrarse a su agresor. Pero que cada cuál se acomode a una situación discriminatoria no quiere decir que no exista discriminación o sea normal. Imponer semejantes muros a una ciudad es discriminatorio para el resto de ciudadanos o, en su caso, cristianos. Nada tiene que ver con la cultura, la religión o la carrera oficial. Los muros tienen que ver con discriminación, con el lugar que ocupas y la imposibilidad de tu disfrute. Y provoca rechazo, ahora en silencio, mañana, aversión. Mucha menos gente, mucha menos estima. Decrepitud.