Alguien entra en plató y pide antes de que se encienda la cámara que se le maquille. Se puede pensar que se trata de los focos que pueden generar sudoración en la frente y mejillas, se podría pensar que la estética en el mundo de la política es esencial para recibir el respeto debido de la audiencia, se podría pensar que en el artificio está el arma de la atención de los receptores.
Yo pienso que el que va en un plató de televisión pidiendo maquillaje piensa más en el que dirán que en lo que tengo que decir. Entiende más el artificio que el oficio, promueve más su exterior que mostrar su interior. Es sólo mi impresión.
Me contaba un periodista de la ciudad de nacimiento norteño que una graciosa delegada de las que ocupan en la calle consistorio ante el requerimiento de un periodista para que respondiera de un tema de candente actualidad, dijo "no, no, no le puedo contestar mientras no me maquillen". Ante la insistencia del periodista y la trascendencia del asunto el cargo político insistió con muy malas formas.
La política y los políticos piensan más en el exterior que en lo que verdaderamente importa, el interior. Son formas de actuar a las que se presta demasiada importancia. Es, díría, la cultura de la foto. De la imagen. Recuerdo que en una actuación política de la alcaldesa de Jerez Pilar Sánchez en la iglesia de Santiago un fotógrafo hizo una foto sin que los presentes en el acto fueran prevenidos. De todos los fotografiados solo uno hizo el movimiento de cabeza en busca de su mejor perfil para salir en la foto. Era la alcaldesa de Jerez. Y, sin saberlo, quizás, le haya pasado factura. Demasiada foto, demasiado artificio, demasiado exterior al final queda frívolo, suena a falso, carente de interior en un exterior demasiado condicionado. El argumento de la película debe ser lo principal, los actores un mero medio e instrumento de la narración. Si sucede lo contrario la película es un fracaso, el espectador se siente defraudado y timado en la cantidad que valía su entrada.
Cuando un político llegue a un plató de televisión pidiendo maquillaje piensen mal, sospechen. Piensen que le importa poco lo que ustedes necesiten porque estará anteponiendo su imagen a su necesidad. Intentarán revenderlo como imagen, yo lo entiendo como falsedad. La misma falsedad que existe en una sonrisa en medio de un entierro. La misma que la de un político durante una crisis de desempleo.
La política y los políticos piensan más en el exterior que en lo que verdaderamente importa, el interior. Son formas de actuar a las que se presta demasiada importancia. Es, díría, la cultura de la foto. De la imagen. Recuerdo que en una actuación política de la alcaldesa de Jerez Pilar Sánchez en la iglesia de Santiago un fotógrafo hizo una foto sin que los presentes en el acto fueran prevenidos. De todos los fotografiados solo uno hizo el movimiento de cabeza en busca de su mejor perfil para salir en la foto. Era la alcaldesa de Jerez. Y, sin saberlo, quizás, le haya pasado factura. Demasiada foto, demasiado artificio, demasiado exterior al final queda frívolo, suena a falso, carente de interior en un exterior demasiado condicionado. El argumento de la película debe ser lo principal, los actores un mero medio e instrumento de la narración. Si sucede lo contrario la película es un fracaso, el espectador se siente defraudado y timado en la cantidad que valía su entrada.
Cuando un político llegue a un plató de televisión pidiendo maquillaje piensen mal, sospechen. Piensen que le importa poco lo que ustedes necesiten porque estará anteponiendo su imagen a su necesidad. Intentarán revenderlo como imagen, yo lo entiendo como falsedad. La misma falsedad que existe en una sonrisa en medio de un entierro. La misma que la de un político durante una crisis de desempleo.
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