jueves, 5 de septiembre de 2024

La risa mata el miedo

 


Leí al escritor y periodista Perez Reverte hace dos décadas que a la generación que venía le faltaba una guerra para aclarar las prioridades y el orden de valores de la vida. No lo ví llegar, él sí.

De un tiempo hasta la actualidad la socidad ha venido a menos. Poco a poco, en un tiempo casi imperceptible, ha evolucionado a través de un filtro mustio y absurdo a una realidad desigual e ilógica, con falta de improvisación y genialidad, perdida en una mar de irrelevancia sobre asuntos estúpidos y vanales, mutilada por su propia autocensura, superficial hasta la extenuación, decrépita en una vorágine de privilegios y ayudas, con sospechas infundadas de discriminaciones, sufriendo un correctismo hasta la locura, intervenida por las entidades públicas en una vacanal de proteccionismo asfixiante. 

El agobio es tal que nadie se siente libre. No hay libertad ni para equivocarse. De tal manera es así que las personas prefieren autocensurarse antes de equivocarse o extralimitarse. La corrección ha provocado la supresión de chistes, de piropos, de expresiones, de anuncios, de risas espontáneas, de vida improvisada, de simplmente vivir. Es cierto aquello que decían que la sonrisa era una manifestación de la libertad (recuerden que la sonrisa es lo más espontáneo que todos tenemos), por eso era peligrosa para la sociedad de hoy y había que censurarla. Eso decía el venerable Jorge en la peli El nombre de la rosa; la risa es un viento diabólico que deforma las facciones y hace que los hombres parezcan monos. Pero seguía diciendo que era peligrosa ya que la risa mata el miedo. La risa mata el miedo, qué frase.

No sé cuando empezó todo esto. No lo sé, pero sí su manifestación. La manifestación sobreviene en un sentimiento de nostalgia en las generaciones de personas que vimos una vida libre y mejor en épocas anteriores. Teníamos nuestras limitaciones de recursos personales y materiales, no podíamos viajar como hoy, ni comunicarte como hoy, ni tantos títulos universitarios, ni teníamos tanta variedad de ofertas como hoy; pero no estábamos tan controlados en nuestras comunicaciones, domicilios y relaciones, tampoco tan intervenidos en nuestra libertad de palabra y acción, con una propaganda voraz y depredadora de la corrección y de lo que debe ser la igualdad (cultura woke).

Habrá gente que reniegue de que se ha ido a peor, que jurarán que no ha habido un periodo de la historia en la que se haya tenido tanto y para tantos; ahora puedes entrar en un domicilio no propio y que te paguen los gastos, o cambiar tu sexo en un instante sin justificar tu situación, saltarte las normas de entrada en un país y recibir las ayudas necesarias para mantenerte varios años, agredir a las fuerzas del orden y volver rápido a la calle, o ver una pelicula de star wars en la que sale un negro, un chino, un mulato y un hispano ... Sí, dicen que tenemos más derechos, una panza gorda y llena, y más miedo a lo que dirán, a lo que me harán, a opinar o decidir como otros creen que es correcto. 

Hemos perdido porque a cambio de estar acomodados y asustados hemos cedido nuestra libertad (intervenida por los dirigentes), hemos perdido educación (sesgada para aprender solo lo que quieren que aprendas), asustados de la igualdad (con fomento de opciones que se dicen mas débiles), en una especie de vida hedonista superficial de gente adormecida y sin crítica, teledirigida. Libre solo en apariencia, miedosos ejercientes de autocensura, analfabetos de la improvisación, perdidos en valores de nuestros mayores, muertos en crear y en luchar. Hasta tal punto que nuestros valores y principios no los encontramos nosotros en la necesidad sino los inyectan los políticos en un papél autocomplaciente.

Sin niños en parques, con perros con derechos, sin dia del padre, sin grupos de música o canciones creativas, películas sin guión, guetos en ciudades y cuotas en discriminación. Sin fe en Dios pero endiosados, sin risa pero con pastillas, muchos derechos pocas obligaciones, con castas de políticas y funcionarias, con machetes sin detención, sin filetes con gamers y tik tok, un soberano y mayúsculo apocalipsis de mal gusto y mala educación. Los valores se han perdido en un puchero de derechos, likes, arrogancia y miedo. Una decrepitud galopante, con nostalgia de un pasado mejor.      


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