viernes, 29 de noviembre de 2024

El tonto de Oz


No sé, permítanme hoy esta licencia, debe ser problema de las edad pero es que los veo por todos los lados. Alguien decía que había más que botellines de cerveza y otro que, pese a ser los más tontos del pueblo, son los más listillos de la calle. El domingo me topé con uno, que decía me iba a empujar si a él le empujaban a su paso. Imagínense para explicar esto. Pero no solo los hay en el fútbol. En los semáforos, al estilo de un superhéroe atrofiado llamado capitán semáforo, me requirió uno para apretar bien el boton de la parada del semáforo y que le diera buena educación a mis hijos, haciéndolo bien. Sí, es verídico, además de ridículo.

Por eso me puse a pensar si los tontos son tarados camuflados de listillos o listillos que han sido tarados por esta sociedad. Debe ser algo de eso porque sus conductas no se corresponden con un porcentaje cerebral medio sino que la falta de ridiculo y poca verguenza es proporcional al irracional comportamiento. La sociedad abusa y exprime su mente y no les queda más remedio que cortocircuitar a lo largo de su día. Nadie se quiere cruzar con un tonto, pero son ellos los que insisten. Más aún cuando han perdido la plaza del pueblo y ahora deambulan por las calles de las ciudades, libremente. 

Ojo que no es ninguna broma cuando van conduciendo. Son de los que aceleran antes de que el semáforo cambie a rojo o te tocan el cláxon si ellos hacen algo mal. Recuerdo un amago de choque entre dos coches en el que el tonto grita por una ventanilla al otro conductor "síguelo, síguelo, ahora te vas a enterar..." y él era el único que iba en el coche. Son como el enfermero que, estando ingresado en el hospital, te entrega con solemnidad una única pastilla de paracetamol metida en un envase de plástico como si no hubiese hurtado antes varias cajas para su madre. Retonto.

Todo ello sería una anécdota sino fuera porque molestan en tu día a día. Los cuñados en las cenas de navidad, el corto al que le dan una porra y una gorra, el vecino simpático que siempre deja la puerta abierta, el de la cola del mercadona que mete lentamente los alimentos uno a uno en las bolsas, la tetona que se te queda mirando cuando estás con la mujer de compras o la petarda que viene a consulta y termina queriendo darte una lección de lo que vino a preguntar. Los tontos son así, espontáneos, lentos, persistentes, imprevisibles, estúpidos. No los subestimes, tampoco los lleves a comer. Líbrate de ellos, tómalos en serio, cuidado, son plaga.

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