La plaza san Andrés, año 1989. Cantidad de niños esperan la entrada en el Colegio La Salle y la Compañía de María. Unos sentados, otros comprando cañas de azúcar en el Quiosco de Miguel, el manco. Gran parte de los niños se acercan al recreativo ubicado en la esquina de la calle Caracuel. Dentro, los virgueros, enseñan a combatir en el Ghosts'n Goblins o centrar desde la banda para luego rematar a gol en el Tehkan World Cup del mundial 86. Qué tíos. Siempre tenían 25 pesetas para quemar la máquina.
No hay muchos coches, la mayoría de los niños vienen al colegio andando. Sus pesados carpetones hacen equilibrio sobre las cinturas mientras pasan sus buches por la antigua fuente de acero con pulsador dorado que chorrea agua. Una flamante cartelería del cine Jerezano anuncia el estreno de arma letal 2. Desde fuera puedes ver el ondear de sus cortinas rojas de terciopelo sobre un mar de chorros de aire acondicionado. Su recibidor limpio, blanco, bien decorado.
Todo parece en silencio. Hace calor. La peluquería de Chico y Plata está cerrada esperando abrir por la tarde. Algunas faldas verdes a cuadros negros giran la esquina de calle Clavel. Un grupo de niños espera paciente que abran las puertas de la Salle sobre las 1500 horas. Alquien suena una flauta. Otro lanza obsesivamente un yoyó. Tararean la Lambada mezclada con Milli Vanilli. Yo miro de reojo aquella plaza, sonriendo. Cuantas vidas habrá vivido.
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