viernes, 18 de octubre de 2024

Los ochenteros de Jerez



Nuestra vista mira nuestra realidad y viaja al pasado, buscando algo más auténtico. Se dice muchas veces, incluso por gente que no vivió la mejor época de la historia de España. Fueron los años 80-90. Más en Jerez, más intenso, más cercano, si cabe. La etapa de la heroína en las calles y de los zombies por las calles, de las navajas para robarte en el costado, de los vespinos con paquete y sin casco, del veto de las deportivas en las puertas de las discotecas, abarrotadas, y de los movidas de botellones que se desplazaban como si tuviesen vida. 

Jerez pasó grandes momentos para la diversión de la juventud del que nunca nadie ha hablado. Vistos desde hoy, los mejores momentos. Con discotecas míticas, irrepetibles, que hacían de los fines de semana un refugio ante la deprimente decrepitud del desempleo y fracaso escolar. Allí es donde residía la mujer jerezana, bella, bien arreglada pero sin la fashion trasnochada que padece hoy. Una mujer más auténtica, más sincera, de carne y hueso, sin plástico, con maquillaje y laca en el pelo. Eran noches largas, frías de verdadero invierno, en colas de entrada a las discotecas.

Igual una calle estaba llena de tribus urbanas, con litronas baratas y pelos de punta. En otra desfilaban los cuellos vueltos con pantalones de pinza, en áreas recreativas, y jersey amarillo. De fiestas de colegio La Salle en sábado noche, en calle Valientes, o colas en la irrepetible Cóppola de plaza Aladro. Nuestro centro histórico, más visitado, frío, acogedor, inabarcable. Aquella fue el germen de lo que vendría después, La Baranda, Mool, La comedia, San Joaquín, Divina Pastora, La Unión y otras tantas. Yo sí lo viví, todo. Un placer.   

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