Si las generaciones pasadas de jerezanos levantaran la cabeza y vieran cómo se celebra el día del Patrón y con él su traslado del Pendón de Jerez, ante la absoluta ignorancia de todos los ciudadanos, bajo la desidia manifiesta de los participantes en él, sin ningún tipo de emoción o sentimiento de orgullo y tradición, transmitiendo pena y falta de sentido en el acontecimiento, como si fuera una mala actuación tan rutinaria como ir al trabajo, tomarían las espadas, subirían a lomos de sus caballos y arremeterían con tal ansia contra todo el paquete que figura como un pasmarote en dicho desfile, invitado o premiado, que la carga de los mamelucos sería un desfile Disney en comparación.
No hablemos de la pérdida de festividad del día del Patron, más señalado y principal desde que se conquistara la ciudad, con mayor tradición que la Merced, cedido para que la gente se emborrache un día más en la feria y más olvidado que el pendon original que se perdió en un cajón o bolsillo del ayuntamiento. Nada puede con la ignominia de la política de Jerez que lucha por olvidar los actos históricos de la ciudad y a la vez salir en la pantalla de onda Jerez aglutinando el espacio de tiempo necesario para enseñar su inmunda dentadura.
Pero como colofón, de relleno de manteca podrida, se atribuyen unos premios más falsos que Diputación de Cádiz, propios de dirigentes locales que los conceden, que se regalan con más facilidad que los vales de un circo y que se recogen con menos interés que el visionado de una peli en onda Jerez. Tristes tiempos estos, propios de tristes ciudadanos más preocupados en otros menesteres más idólatras, similares a los mercaderes del templo, que esperan la llegada del juicio final con nuestro San Dionisio en despomposición, de festejo en el día de los difuntos.
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