Llega el verano, de noches largas y sueños cortos. Con los matices de una canción de Manolo García, pues de gustos no hay nada escrito, recuerdo y recomiendo hoy el calor que pasa Newman en La gata sobre el tejado de zinc, a Brando ensangrentado en La jauría humana o Bogart luchando por su vida en un cayo largo y cálido, en Cayo largo. La duda de Fonda en Doce hombres sin piedad o la determinación de Peck en Matar a un ruiseñor.
En todas ellas el calor de las noches se convierte en un personaje más, influyendo sobre los personajes, retorciendo su comportamiento, haciéndoles imprevisibles, encarados e irascibles. Armados con pañuelos sudorosos, trajeados con agobiante chaqueta y corbata, en la noche más cálida o en la habitación menos ventilada, sedientos de venganza, juguetean con la muerte propia o ajena.
La vida es un sueño de una noche de verano, es el miedo que aflige el Aria de Micaela (Opera Carmen) y la lucha incesante de cualquiera de aquellos. El que lo probó, lo sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario