viernes, 26 de mayo de 2023

654

 

La era de la cucaracha acaba. Salvo sorpresa de última hora, la parálisis en la ciudad ha sido de tal calibre que no existe mayor detractor de la gestión realizada en el municipio que el ciudadano de a pie, neutral y olvidado. Y es ese ciudadano el que al final decide las elecciones. El mensaje socialista no suena creíble, sino falso y caduco. Estridente.

Pero lo que viene no es que sea mejor. He ojeado el programa del PP local. Huele a naftalina, a cajón húmedo y cerrado que vicia el ambiente, abierto porque no se tiene otra cosa. Nada nuevo bajo el sol, brindis en copa de Champan y sonrisa retocada en la foto electoral. Esto es lo que quiere una ciudad mediocre, una mediocridad insuperable que rezuma apatía y desilusión. Carcasa de pellejo, viejo y usado. Triste espantajo que hay que subir a un caballo, atarlo y disfrazarlo.

Los restantes partidos que no hicieron oposición alguna, que no batallaron contra la mediocridad galopante de la era de la cucaracha, proponen ahora brochazos intrascendentes tan inocuos como breves. Todos con propuestas comunes y espontáneas, comunes al criterio de la falta de un proyecto de crecimiento de ciudad. Nadie sabe qué hacer a largo plazo, cómo dirigir la ciudad o proponer una estrategia coherente y concreta. Porque a nival local parece tener más crédito el continente que el contenido.

El día de las elecciones municipales allá en 2011 me llamó una radio local para preguntarme cómo se presentaba el domingo del escrutinio. Recuerdo como si fuera ayer lo que respondí al periodista; "un día en el que BUX se presenta a las elecciones por primera vez es un día para la esperanza, le quiero decir a los jerezanos que me escuchen (654), que hay esperanza". Más de diez años después, el vacío se abre sobre nuestros pies. 

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