sábado, 11 de mayo de 2013

La feria del caballo negro



Una ciudad y una feria en la que solo van a quedar funcionarios y políticos, a los que le van a servir las tapas de jamón los camareros con contratos basuras. Pero cuando se termine el dinero del sector privado empezarán a desaparecer los funcionarios y, por último, sólo quedarán políticos. Por entonces, no quedarán camareros para servir jamón, que será servido por los lacayos de los políticos (los que aparecen al lado de los políticos en las fotos) y la Feria quedará como un reclamo turístico para los franceses, japoneses y alemanes que se darán una vuelta en coche de caballo entre albero recién estrenado. Preguntarán; ¿Y la gente? Y alguien les responderá; están haciendo la berza.

La olla tiene los garbanzos y las habichuelas, el tocino y la carne. Poco le queda para que se le echen tagarninas y el chorizo. Llevo dos domingos consecutivos escuchando la desesperación de la gente en el mercadillo de la Alameda Vieja. Son comentarios del estilo "esta gente no sabe que cuando no se tenga que comer vamos ..." Cuando la olla explote, pobrecito al que le toque sentado en la calle consistorio. Todo este malestar aparece dormido, casi inexistente, pero recuerden que la primavera árabe comenzó porque a una persona no le dejaban poder su puesto en una calle y terminó inmolado. La desesperación es traicionera. 

A la feria del apocalipsis poco le queda. Las crónicas coinciden; no es normal que en uno de los días grandes se viera el albero y los coches de caballos circularan por el Real 'matando' el tiempo y no con guapas mujeres y elegantes caballeros sobre sus carruajes. ¿Dónde quedaron esos mediodías donde caminar era casi misión imposible y pedir un rebujito un proyecto de final de carrera? Fue raro, raro, raro que a las dos de la tarde hubieran caseteros apoyados en las barandillas esperando poner la freidora porque en sus mesas no había ni un alma -se pregunta el cronista de Diario de Jerez- o "Por eso la afluencia de jerezanos y visitantes al Real ha sido constante este viernes aunque quizás no en la cantidad que otros años en los que los bolsillos estaban más llenos..."-informaba en reporteros Jerez-.

La desesperación por los malos gobiernos y políticos está dormida y silenciosa, como una enfermedad que no tiene vacuna, que no quiere feria sino trabajo. Las guitarras y los farolillos la camuflan pero, llegado un momento, ni las fotos ni las glorietas van a poder calmarla. Entonces será el tiempo de paseos de los mudos y de los sordos que aguardan en sus casas. No habrá luces sino velas. No habrá feria sino casetas. Y la señora alcaldesa seguirá apretando botones de encendido todos los años. Y los niños que la rodearán no sonreirán sino que reclamarán su futuro. Esa será la feria del apocalipsis. La última, la del Caballo negro. El tercero. El del hambre. 

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