sábado, 26 de enero de 2013

El azúcar de un vaso de agua


Escuchando la dulce y melancólica emotividad de las notas compuestas por Dario Marianelli para Orgullo y prejuicio, mirando atrás, como lo hace la persona mayor que recuerda sus bellos días de juventud en una tarde de domingo otoñal en lluvia, observando lo que fue y lo que es hoy algo que nacio de un sentimiento de nostalgia y romanticismo sobre una idea, me parece que el movimiento del 15-M se ha ido consumiendo irremediablemente como lo hace el azucarillo en un vaso de agua.

Se ha dispersado en la conciencia de todos como si de un recuerdo dulce se tratara. Un momento en la memoria, un instante de lluvia que limpia el rostro, con minúsculos retazos insignificantes actuales encerrados en determinados núcleos que creen son los herederos y defensores de aquella idea que no llegó a concretarse. Porque para cambiar el sistema hay que cambiarlo desde dentro. Nada cambia en contraposición a algo; y más si es tan importante lo que debe cambiar. El muro de Berlin, el telón de acero, el partido comunista Chino, la tensión de las dos coreas... nada es eterno pero sí duradero. La corrupción de entonces, es la de ahora. Los males de entonces son los de ahora. Lo que se reivindicaba entonces es lo que se debe reivindicar ahora. Qué se hizo, si nada se ha hecho que cambie lo que se padece.

Revolución se define como "cambio importante en el estado o gobierno de las cosas" pero por aquí todo sigue igual. Los mismos corruptos en el poder; los mismos palmeros en los corrillos; los mismos perjudicados en las colas del desempleo. Dario Marianelli sigue sonando hiriente en la conciencia. El agua ha disuelto el azucarillo y son los mismos los que siguen bebiendo del agua.

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