Cada persona es un mundo; un mundo interior que en parte conoce y en parte no llega a conocer lo suficiente. Cada persona, en ese mundo interior, se rige por una serie de principios que se establecen en su cerebro como prioridades y que rigen sus actos diarios en la actividad cotidiana del día a dia.
Por eso, dentro de ese mundo interior propio que el sujeto no llega a conocer, se esconden grandes misterios que sólo se manifiestan cuando el sujeto se pone a prueba, cuando se le tienta, cuando entiende que no existe sanciones o consecuencias sobre sus actos y deja fluir el más bajo y negativo sentimiento hasta que éste se apodera de la razón.
Algunos hablan del consciente y del subconsciente. Pero en realidad, éste último, no tiene instintos naturales negativos del individuo sino solo manifiestaciones del mundo interior individual que pueden no regir por los criterios que se intentan transmitir en un exterior.
Aunque no me entiendan del todo, si a lo mejor les cito a Golum, de la película del señor de los Anillos o de la más reciente el Hobbit, seguramente se puedan hacer una idea de lo que quiero decirles. En Gólum se daban dos mismas caras de un mismo sujeto: Smeagol, el sujeto exterior del propio individuo más socializado y empático, y Golum, propiamente dicho, que se trata de una manifestación del oscuro subconsciente retorcido que ha padecido y asumido todos los males que le ha tocado sufrir en su realidad vital. Es por esa paradoja existencial, que todos los humanos tenemos por el hecho de tener un consciente y un subconsciente (gracias al doctor Sigmund Freud), por lo que el sujeto lucha contra sí en muchas ocasiones, preguntándose si hace lo correcto.
Y la verdad que esta paradoja existencial se manifiesta en nuestra ciudad mayormente en la política. Pensemos en las campañas electorales; se trata de la lucha de Smeagol que intenta transmitir una imagen amable, dialogada, verdadera y empática con la realidad que le rodea, y por otra parte el político, fuera de dicha campaña, deja de aparecer con la máscara de Smeagol para dejar traslucir al Gollum político, con ansia de poder, dinero y ambición.
Quizás no sea casualidad que Gollum pueda ser el personaje de mayor interés de la famosa saga del Señor de los Anillos. Un personaje que demuestra la lucha interior por hacer el mal o no y en cuya contienda moral se reflejan todos los ciudadanos y, por encima de todos ellos, los políticos.
Obviamente, en el Jerez de García Pelayo vemos el triunfo de Gollum por encima del Smeagol que quedó atrás, muy atrás, en la campaña electoral de 2011. Pero también el triunfo de Gollum, retorcido y malévolo, lo hemos visto aparecer en Rajoy y gran parte de su equipo de gobierno y partido. Cuando Golum se apodera de tí, no piensas en hacer lo correcto o lo digno, piensas en hacer lo que el puro instinto ambicioso y oscuro te impone hacer. No seré yo el que siga derramando tinta sobre los sobres, los fondos de serie b, las corruptelas o los tráficos de influencia; dejemos que lo siga haciendo la prensa nacional. Pero no está de más que, habida cuenta de lo que está sucediendo en la clase política que nos rodea, piensen que, como decía Carl Sagan, si llevé al taller el coche y, una vez entregado, siguen los mismos problemas, no es que el coche se haya vuelto a estropear es que no me lo llegaron a arreglar.
Por eso, dentro de ese mundo interior propio que el sujeto no llega a conocer, se esconden grandes misterios que sólo se manifiestan cuando el sujeto se pone a prueba, cuando se le tienta, cuando entiende que no existe sanciones o consecuencias sobre sus actos y deja fluir el más bajo y negativo sentimiento hasta que éste se apodera de la razón.
Algunos hablan del consciente y del subconsciente. Pero en realidad, éste último, no tiene instintos naturales negativos del individuo sino solo manifiestaciones del mundo interior individual que pueden no regir por los criterios que se intentan transmitir en un exterior.
Aunque no me entiendan del todo, si a lo mejor les cito a Golum, de la película del señor de los Anillos o de la más reciente el Hobbit, seguramente se puedan hacer una idea de lo que quiero decirles. En Gólum se daban dos mismas caras de un mismo sujeto: Smeagol, el sujeto exterior del propio individuo más socializado y empático, y Golum, propiamente dicho, que se trata de una manifestación del oscuro subconsciente retorcido que ha padecido y asumido todos los males que le ha tocado sufrir en su realidad vital. Es por esa paradoja existencial, que todos los humanos tenemos por el hecho de tener un consciente y un subconsciente (gracias al doctor Sigmund Freud), por lo que el sujeto lucha contra sí en muchas ocasiones, preguntándose si hace lo correcto.
Y la verdad que esta paradoja existencial se manifiesta en nuestra ciudad mayormente en la política. Pensemos en las campañas electorales; se trata de la lucha de Smeagol que intenta transmitir una imagen amable, dialogada, verdadera y empática con la realidad que le rodea, y por otra parte el político, fuera de dicha campaña, deja de aparecer con la máscara de Smeagol para dejar traslucir al Gollum político, con ansia de poder, dinero y ambición.
Quizás no sea casualidad que Gollum pueda ser el personaje de mayor interés de la famosa saga del Señor de los Anillos. Un personaje que demuestra la lucha interior por hacer el mal o no y en cuya contienda moral se reflejan todos los ciudadanos y, por encima de todos ellos, los políticos.
Obviamente, en el Jerez de García Pelayo vemos el triunfo de Gollum por encima del Smeagol que quedó atrás, muy atrás, en la campaña electoral de 2011. Pero también el triunfo de Gollum, retorcido y malévolo, lo hemos visto aparecer en Rajoy y gran parte de su equipo de gobierno y partido. Cuando Golum se apodera de tí, no piensas en hacer lo correcto o lo digno, piensas en hacer lo que el puro instinto ambicioso y oscuro te impone hacer. No seré yo el que siga derramando tinta sobre los sobres, los fondos de serie b, las corruptelas o los tráficos de influencia; dejemos que lo siga haciendo la prensa nacional. Pero no está de más que, habida cuenta de lo que está sucediendo en la clase política que nos rodea, piensen que, como decía Carl Sagan, si llevé al taller el coche y, una vez entregado, siguen los mismos problemas, no es que el coche se haya vuelto a estropear es que no me lo llegaron a arreglar.
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