sábado, 2 de junio de 2012

La nada


Recuerdan "La nada" de la película La Historia Interminable. Si no lo recuerdan, ese concepto "La nada" se acuñó en una película de la década de los ochenta en que se relataba la paulatina destrucción del Reino de Fantasía. Una especie de ”Nada” misteriosa destruía el país y a las criaturas que lo habitan. Nadie entiende por qué la nada destruye el País, qué es lo que és, por qué está ahí, de dónde ha salido y si consumirá todo el país. La "nada" era en la película la pérdida de la imaginación, del lector, del mundo, de la vida de las personas.

Ese concepto imaginativo que surge de esta película (precisamente alemana), que nadie en su sano juicio pudiera extrapolar de una película y traerlo a nuestra realidad, se está produciendo. Quizás es injusto decirlo así, ya que no podemos comparar el mundo capitalista y materialista de dinero y finanzas con la realidad que ocurre en la vida de las personas pero, salvando diferencias, esa nada tiene muchos puntos de conexión con lo que todos estamos padeciendo en nuestra sociedad de esos primeros años de la segunda decena del siglo.

La nada en nuestra realidad es que no hay dinero (por eso no hay trabajo, se pisan derechos individuales, se pierden esperanzas de un mundo mejor), en una sociedad construida que se alimenta básicamente de él. Es como si ese dinero se hubiese esfumado. Como si se tratara de un vacío que se abre bajo nuestros pies y absorve todo lo que el espíritu humano es capaz de crear; esperanzas, sueños, felicidad, libertad, vinculado con el materialismo de la sociedad que hemos creado entre todos.

Pero hay una diferencia fundamental entre la nada de los dos mundos (el de fantasía y el nuestro). La nada en Fantasía era más justa, más imparcial y no dejaba a nadie con algo. Su torbellino arrasaba con rey y reina, súbdito y plebeyo. En nuestro mundo, creado desde el materialismo más a ultranza la nada solo acaba con los más débiles, con la parte más desprotegida de la sociedad capitalista, más pobre. Porque los poderosos, generadores de la misma nada, salen nuevamente victoriosos, más reforzados, más enriquecidos de la desgracia que forjaron, con mayor rédito, paradójicamente. Por eso esta nada real que nos ha tocado vivir no iguala ni a los países ni a los ciudadanos sino que los desequilibra y quebranta. Nuestra nada es la más injusta y se extiende por todos las ciudadades destruyendo los hogares y las esperanzas del ciudadano común.

La nada no terminará con el mundo conocido pero nos queda la duda de si cambiará la mentalidad de lo que conocimos. Si el cambio de mentalidad que se ha provocado al ciudadano medio puediese repercutir en un cambio (un comienzo distinto) a la hora de realizar nuestras acciones económicas y sociales podríamos considerar esta crisis como expiadora de nuestro pecados venales, como un purgatorio real con una finalidad mayor, como agua en un desierto de materialismo e irresponsables; entonces, en ese momento, todo valdría nuevamente la pena y se generaría esperanza en la población. Si por el contrario no aprendemos la lección, la nada solo habrá valido para marginar más a los débiles e incrementar más las desigualdades. Otra más, muy importante, a lo largo de la historia.  

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