jueves, 15 de diciembre de 2011

Señales



Al escuchar que a Jose María Aznar (por entonces presidente del gobierno) le había causado una verdadera conmoción la lectura de uno de los libros de Paulo Coelho, me sorprendí pues era un autor desconocido y brasileño del que yo había obviado toda alusión. Comencé por interesarse por este autor. En concreto el libro que había inspirado al expresidente del gobierno era El Alquimista. De este libro, en su primera edicion, solo se compraron no más de 1000 ejemplares. Luego, motivado por el boca a boca comenzó a venderse como rosquillas y a difundir su mensaje.

Es un libro sencillo y evocador. Quizás porque permite al lector reflexionar sobre distintas citas morales que el autor pone sobre la mesa. Hay muchos mensajes y todos verdaderamente claros, simples y posiblemente rectores de una vida conforme a la propia conciencia de uno.

Uno de los conceptos de los que habla es de que "Nunca desistas de tus sueños. Sigue las señales". Es decir, estamos obstinados en la mayoría de las ocasiones en arremeter contra las señales que se nos aparecen diariamente, luchando contra las mismas (como el que lo hace contra una fiera tormenta) que nuestra propia personalidad, nuestras propias acciones y hechos genera. Es decir, no escuchamos lo que nuestra propia conciencia nos dicta. Amamos la impulsibidad y desechamos la razón, gozamos en la actuación frente a la templanza de la reflexión.

Y, si lo pensamos, en cierta manera es cierto. Vemos las señales que nos hacen tropezar o avanzar en el camino árido de la vida. Pero nos obscecamos en caminar por el camino en el que las señales nos son adversas. Y a medida que avanzamos tropezando nos ofuscamos y frustramos más. El alquimista indica que "el camino estaba escrito por las señales, y yo no podía equivocarme". El problema es que no atendemos las señales de la vida y creemos que todo camino es válido.

Ello llevado a una vida social y política de nuestra ciudad también tiene sentido. No miramos las señales, ni las interpretamos, solo tropezamos mediante el impulso irracional que el elecctor tiene, el administrado padece y el ciudadano aguanta. La magia del Alquimista es indicar que tenemos derecho a escoger y, si lo hacemos mirando esas señales, seguramente no nos equivocaremos. Justamente todo lo contrario que está pasando con la política local. Parece que todos hemos olvidado mirar las señales a la hora de escoger los que están.

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