Durante la campaña electoral antes de las elecciones municipales me he dado cuenta de muchas cosas que desconocía. Porque cuando uno va por la calle andando a diario se encuentra mucha gente que conoce y que no veía desde hace mucho tiempo (años) y hay veces que sea por pereza, por antipatía o desarie no responden al saludo inicial tuyo o bien ignoran tu deambular como si de un fantasma del otro mundo se tratara.
Durante la campaña política, al tener que salir más a la calle, he visto las mismas gentes que conocía e ignoraban en un día cualquiera pero, sin embargo, siempre durante esos días recibía un saludo inicial de aquellos. Curiosamente, he recibido saludos de personas que no me prestaban atención en décadas, me han estrechado la mano conocidos que no se paraban conmigo absolutamente para nada y lo más paradójico de todo es que sonreían con total artificialidad.
El arte de mentir se ha convertido en esta sociedad en una arma del que nadie quiere desprenderse. La mentira es como la palabra, todos hacemos uso de ella para conseguir algo, satisfacer a alguien o, simplemente, un medio de consideración o estima social. Es un instrumento muy poderoso para el ascenso al lugar que se ambiciona. No sólo los políticos mienten (a la vista está la campaña electoral de la Alcaldesa actual o pasada) sino que vemos sus manifestaciones en cualquier faceta de la vida, ya sea laboral (currículo...), social (¡qué de tiempo hace que no te veo!, la mentira defensiva) o incluso cultural (la intelectualidad trasnochadas que vemos en muchos personajes ...) Es decir, la verdad ha quedado relegada como medio de valor y relación.
La mentira gana la batalla actualmente a la verdad. No es fácil utilizar la verdad entre tanta mentira o escusa vacía. Porque ante la verdad siempre nos escusamos, siempre aportamos una justificación falsa para rodear el problema y evitar una "supuesta ofensa social" que creemos se propicia con la utilización de la verdad. La mentira te defiende, la verdad te expone, se suele decir.
Es cierto que la verdad ofende, pero lo hace al falso. Estamos redirigiéndo nuestra vida al arte de la mentira y la artificiosidad. Miramos más la justificación y la escusa como camino más fácil para evitar la susceptibilidad, pedir perdón o la lealtad. La sociedad se ha vuelto peligrosa para aquellos que propugnan el arte de la verdad. Ya quedan muy pocos que ejercen este arte junto a nosotros. Y está en nosotros descubrirlos y darles mayor peso. Porque, a decir verdad, sinceramente, es preferible tener a alguien sincero a nuestro lado que esperar que alguien te traicione y además te lo justifique.
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