viernes, 28 de marzo de 2025

Una tarde de abril de 1993

 



Tarde de chavalerío bajo un naranjo lleno de azahar. En una de esas esperas largas y calurosas, de ojear los horarios y patear los callejones, esperas un Cristo cuyo nombre desconoces. Se escucha un llamador y un rozar de zapatillas. Reluce el dorado de las canastillas y te envuelve una nube de incienso denso y penetrante. Sin embargo, tus ojos miran la acera de enfrente.

Las cosas de la edad. Nunca has visto en tus ojos de adolescente tanta belleza reunida en un grupo de seres humanos. Tu mente vuela por momentos. recreando los detalles. Recibiendo imágenes de dulces sonrisas y breves caricias sobre sus largos cabellos. Imaginas los encantos naturales de una ninfa, otorgados por la propia Diosa Afrodita, en cada uno de los detalles que se revelan.   

No es casualidad que sea primavera, de un mes de abril. Donde la flor del jardín luce fresca, dulce y joven. Donde tus ojos de niño adolescente parpadea ante tanto destello nuevo. Observas embelesado aquellos vestidos elegantes, escuchas aquellas voces suaves y crees que puedes oler eternamente la esencia de su atractivo perfume, a distancia. 

Pasa la banda bajo el naranjo lleno de azahar. El monótono tamborreo se va perdiendo a lo lejos con el Cristo. Un desfile desordenado de personas busca la esquina contraria. Una última mirada permite Atenea. Una mirada furtiva para despedir una ilusión, que no podrás amar. Lentamente ellas se mezclan en el río humano de la Semana Santa de Jerez. Dentro de tí, lo sabías. El amor es efímero, tanto como aquella tarde de abril de Semana Santa.

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