Cuando veo un político paseando por la decrépita Jerez me acuerdo de la película del Nombre del la Rosa. Sí, de esta particularmente. Me acuerdo no por ninguna de las razones positivas que tiene ver dicha película (que se encuentra entre las cinco películas que más me gustan de la historia del cine) sino por el color de la lengua. Y es que los políticos tienen el mismo color de lengua que los fallecidos en esa cinta; la lengua negra. La diferencia es que los de aquella mueren por veneno, pero los políticos la tienen negra de escarbar debajo de la rabadilla de alguien para alcanzar esa altivez y arrogancia infundada, injustificada y estúpida.
Es tal la estupidez política que se manifiesta en casos insospechados. Por ejemplo, en la última noticia sobre la falta de inversión en investigación de este país. Sí, sí, si ya se que seguramente me podrían achacar de que es una noticia que pudiera tildarse de demagógica y sacada de contexto. Pero que Navantia y Defensa tengan que traer a un equipo de ingenieros estadounidenses (por 14 millones de euros) para rediseñar el submarino S-80, proyectado por Navantia a instancia del Ministerio de Defensa porque se hundía, no deja en buen lugar el fomento y la inversión en investigación aquí. Después nos preguntamos por qué y para qué la investigación y la inversión. Pues para que no ocurran cosas como estas.
Multipliquen la conclusión de lo dicho por mil para el caso de Jerez. Políticos que se arrastran como verdaderas alimañas por la calle con la lengua negra como el carbón, mientras gente de valía personal y académica sale de nuestra ciudad para poder vivir. El mundo alrevés. Triste realidad que a la larga dará un Trump jerezano. Y, les aseguro, no me equivoco.
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