sábado, 28 de noviembre de 2015
El tercer niño
Permítanme una breves líneas para resaltar el bajo nivel de la política jerezana. Qué les voy a contar que no sepan. Con prediputados con la lengua tan negra como el futuro de la ciudad, después de haber escarbado concienzudamente en lo profundo de los pliegues humanos inferiores de alguien; con auténticos trepas salta cabezas que lo más sano que han hecho en su vida ha sido esnifar la mentira y la hipocresía; con verdaderos delincuentes que, pese a sus manifiestas imputaciones y delitos, no saben lo que es la vergüenza y la honradez por un puñado de euros.
La sociedad decrépita que vivimos no es casualidad. Reflejo de ella encontramos a unas figuras, más propias de películas de miedo (con todo mi respecto para los clásicos de miedo), que se atribuyen representación que no tienen si no fuera por la estupidez humana y que recuerdan que el futuro que nos queda por vivir es ciertamente sombrío. Porque la política no está para servirse sino para servir y esta clase de alimañas nunca lo podrán comprender, porque están ahí gracias a lo opuesto.
Cuando alguien hace cosas en su vida por el bien común y por los demás, mirando que la recompensa sea solo la del progreso de su prójimo (cuestión que esta gentuza nunca podrá entender) resulta grotesco, repugnante y doloroso ver en qué se ha convertido la política jerezana. Porque por encima de toda esta mancha putrefacta de vividores y lacayos se encuentra una parte de la población que sufre una situación de necesidad crónica. Y Jerez es un ejemplo, creo que a nivel europeo, que refleja tanto lo uno (vividores políticos) como lo otro (necesitados).
Aprovechando que estamos a pocos días de la Navidad, permitidme recordar al fantasma de las navidades presente. El joven pero viejo fantasma de imagen helenística que aparece en Cuento de Navidad de Dickens. Cuando levanta su túnica enseña a Scrooge dos niños que se arrastran por el suelo. Los dos niños representan a la Ignorancia y la pobreza. Si ese mismo fantasma nos enseñara los niños que se arrastran a sus pies por nuestro término municipal encontraríamos además el tercer niño; la apatía. Es decir, la apatía de un pueblo sumiso hacia un destino fatal, que esconde su cabeza para no pensar, para cambiar las cosas.
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