viernes, 7 de junio de 2013

Infierno de cobardes


Admiro a Lutero. Lo admiro profundamnete. Porque superar el miedo no es fácil y más en una época como aquella, todos los días. Más si tienes que enfrentarte a aquello en lo que creías ciegamente y mucho más si valoras morir en el esfuerzo. 

Decía Lutero, en una de sus cartas (Wittenberg, 1521. Lutero) "Aunque lance excomuniones, queme libros y me mate a mí mismo, no se encuentra el papado hoy en la misma situación que antaño. (...) He quemado los libros y la bula del papa , y al principio lo hice con miedo y rezando, pero estoy más contento por haberlo realizado que por cuanto he hecho durante mi vida. Son más pestilentes de lo que me creía".

Lo que decía Lutero no es más que la verdad es una, pese a la mentira, pese a todos los miles y millones de personas que respalden la mentira, que no cambia por el hecho de que la verdad se oculte, que nunca podrá ahogarse en un profundo y oscuro océano, que siempre huele y apesta sin importar la caja de regalo que la envuelva.

En realidad él me demuestra que somos unos cobardes. Todos somos cobardes, por mucho que nos empeñemos en decir lo contrario. Unos cobardes acomodados que viven como espectadores y sin decir realmente lo que piensan, sienten y quieren. Podemos camuflarlo en fortaleza, timidez,  autoconvencimiento o en rebeldía pero realmente somos unos cobardes. Y Jerez está lleno de ellos. Cobardes políticos y cobardes votantes. Cobardes torpes y también listos. Miles de ellos. Los que te subestiman y los que no. Los que son educados y los que no; pero cobardes. Un infierno de cobardes; donde la cobardía se contagia como la peste.

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