Miren dónde están hechas las latas de atún, dónde procesado la manufactura de el gel de mercadona, o su aftershave, dónde las cremas Deliplus, dónde los huevos que reparten en los supermercados del Lild, dónde el kilo de panga en oferta de Alcampo, dónde la margarina que reduce el colesterol que vale 3 euros, o dónde el café estrella de supersol que es el más barato de todos los supermercados con 1,10 euros, o dónde el café de marca blanca de el lidl, o las grandes piezas de Jamón de York del mismo hipermercado, dónde todas y cada una de las pastas que vende el Lild (sea cual sea) -todos en polígonos industriales de Cataluña-, miren en el etiquetado del champú H&S y verán que está hecho en Francia pero envasado en Cataluña, todos y muchos más ...
Siempre me he preguntado el por qué pescando los atunes en Barbate se elabora su procesado y envasado en Barcelona o Vigo. Por qué teniendo el clima que tenemos y los campos que vemos los tomates los comemos de Almería y las uvas de navidad vienen de Alicante. No es casualidad. No hay casualidades. Importamos todo salvo un vino cada día más caro y más despegado de la ciudadanía. Nos faltan minifundios y sobran latifundios. Necesitamos volver a la tierra y comenzar a sí un proceso que haga nacer la manufactura de productos elaborados en nuestra tierra, innovación y emprendedor, que de empleo a nuestro pueblo.
Necesitamos productos Made in Jerez. Hechos aquí, competitivos, que permitan competir con los que traen de fuera de Andalucía. Recordemos, hechos aquí pero competitivos. Miremos las patatas Papakings, que son de Jerez, pero a precios descompensados. ¿Cómo entender que las patatas papakings pueden ser más caras que las que las Lays que vienen de fuera? ¿Qué encarece a las patatas Papakings, su transporte, su calidad, su sabor? No lo sé, pero se debería replantear la competitividad de sus precios.
Ayer tarde paseé por la calle doctrina. Con el viento frío y una intermitente lluvia, el pavimento de las calles de Jerez permanecía gris y melancólico. La gente se refugiaba en sus casas después de la leve siesta. Bien pudiera haber sido un paseo sereno y tranquilo sino fuera por la algarabía y gritos de multitud que procedía de un bar que hace esquina en la calle bizcocheros. Ruído estridente de fiesta a las cinco de la tarde del viernes. La calle Bizcocheros, fría y solitaría, era martilleada por una competición humana de quién provocaba más desorden. Está bien desconectar y descansar sino es lo único que se hace a lo largo del día. Recordé entonces que aquello era la industria de Jerez. Aquello también se fabricaba en Jerez. De las pocas cosas. Y ojalá no fuera así.
Siempre me he preguntado el por qué pescando los atunes en Barbate se elabora su procesado y envasado en Barcelona o Vigo. Por qué teniendo el clima que tenemos y los campos que vemos los tomates los comemos de Almería y las uvas de navidad vienen de Alicante. No es casualidad. No hay casualidades. Importamos todo salvo un vino cada día más caro y más despegado de la ciudadanía. Nos faltan minifundios y sobran latifundios. Necesitamos volver a la tierra y comenzar a sí un proceso que haga nacer la manufactura de productos elaborados en nuestra tierra, innovación y emprendedor, que de empleo a nuestro pueblo.
Necesitamos productos Made in Jerez. Hechos aquí, competitivos, que permitan competir con los que traen de fuera de Andalucía. Recordemos, hechos aquí pero competitivos. Miremos las patatas Papakings, que son de Jerez, pero a precios descompensados. ¿Cómo entender que las patatas papakings pueden ser más caras que las que las Lays que vienen de fuera? ¿Qué encarece a las patatas Papakings, su transporte, su calidad, su sabor? No lo sé, pero se debería replantear la competitividad de sus precios.
Ayer tarde paseé por la calle doctrina. Con el viento frío y una intermitente lluvia, el pavimento de las calles de Jerez permanecía gris y melancólico. La gente se refugiaba en sus casas después de la leve siesta. Bien pudiera haber sido un paseo sereno y tranquilo sino fuera por la algarabía y gritos de multitud que procedía de un bar que hace esquina en la calle bizcocheros. Ruído estridente de fiesta a las cinco de la tarde del viernes. La calle Bizcocheros, fría y solitaría, era martilleada por una competición humana de quién provocaba más desorden. Está bien desconectar y descansar sino es lo único que se hace a lo largo del día. Recordé entonces que aquello era la industria de Jerez. Aquello también se fabricaba en Jerez. De las pocas cosas. Y ojalá no fuera así.
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