sábado, 15 de abril de 2023

La insoportable levedad del ser

 

Si alguien se va a tirar a una piscina y toca primero el agua, dice "el agua está muy fría, y tengo derecho a que esté más caliente". La sociedad calienta el agua con dos calentadores que estarán encendidos todo el día. Pero si alguien se levanta por la noche y quiere bañarse dirá "yo que no duermo, tengo derecho a que por la noche se enciendan los calentadores del agua y con ello a bañarme por la noche". La sociedad encenderá los calentadores de agua durante la noche, también. Pero si a uno de los bañistas se les ocurre, también dirá "tengo derecho a bañarme acompañado" y, reconocido, hará que sean demasiadas las personas bañistas en esa piscina. Que provocará se construya otra piscina.

Y habrá personas que digan, "oye, solo un derecho y se ha construido dos piscinas. Qué maravilla, reconozcamos más derechos, es una fuente de crecimiento económico". Pronto, las piscinas se harán por miles. Todos se bañarán, con sus derechos y comodidades. 

Porque bañarse con agua caliente en una piscina es un derecho. Como la libertad, dirán algunos (a bañarse). Como el derecho a la igualdad (que lo hagamos todos). Como el derecho a la vida (disfrutar significa vivir). Derechos, y más derechos, para no pensar en la idea insoportable de la levedad del ser humano, de sus obligaciones, de su estupidez, límites y de su debilidad. Contra más reconozcamos mejor será nuestra sociedad, creemos. Tendremos más fuerza, más reivindicaciones podremos hacer y mayor comodidad y reconocimientos. Es nuestro derecho adquirido.

Pero la vida, tozuda, no funciona así, y se separa de nuestra realidad. 

La luz y la oscuridad, el derecho y la obligación, el negro y el blanco, deben mantener un equilibrio. ¿Cómo podremos entender un derecho sin conocer su obligación?. ¿Cómo disfrutar de la paz de un día si no conociste el trabajo o la obligación del anterior? Si no ves la noche, no habrá amanecer ese día. ¿Una sociedad es más fuerte y feliz por tener más derechos? No. Quizás, desde otro punto de vista; ¿no estaremos creando una sociedad acomodada, llena de reconocimientos y derechos, sin haberlos ganado realmente? Parece que con ello huimos hacia delante, sin mirar atrás, sin ver de donde venimos, sin tener una guía que nos posicione en nuestra realidad. 

La sociedad se desvía de la vida, de su realidad. Y hacemos entonces una vida confusa y también difusa, llena de derechos que no nos hacen felices pero sí reivindicativos, donde se ocupan las viviendas y no se hace nada, se agrede sexualmente y se reducen sus miles de penas, se contrata al camarero de turno pero se le exprime en horas extra, se molesta a los vecinos y el agresor duerme plácido y tranquilo, donde las justicias y las injusticias pervierten su sentido y significado, se convierten solo en un derecho, sin contenido real que podamos entender y aplicar. 

Clamen, griten, revindiquen, manifiesten. Todo, sí, todo, es el reflejo de una sociedad acomodada que teniendo más derechos son más pobres e infelices, que no se traduce en una vida feliz sino acomodada. Porque crecer en derechos debe hacerse con obligaciones, límites y orden, que es parte de su contenido. De lo contrario todo es artificial, insustancial y falso. Habrá muchas leyes que los reconozcan pero pocas veces serán aplicadas. Una realidad confusa, que reconoce tantos derechos como genera tantas injusticias. Una realidad desvirtuada. Donde todos tienen razón por derecho y poco sentido común en los hechos. Tal así, como estamos.

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