Que un grupo de personas pretendan rebajar o extinguir la pena de prisión de alguien es algo loable si es justa la reivindicación, dada las circunstancias. Puede ser loable si la causa es justa (pues sus circunstancias personales hacen parecer que su vida se encuentra rehecha y no volverá a delinquir) o porque supone una compensación por el bien que hizo a la sociedad en la que se encontraba (compensemos lo bueno por lo malo).
Cuando en esta semana se han concentrado amigos, favorecidos y conocidos de Pacheco para pedir su indulto, entiendo, su petición se basaba en la segunda petición; hizo tanto bien que no merece tanto mal. Olvidemos, porque hay cosas que sí debemos recordar de él. Es un hombre que no merece esto. Decían. Puede ser.
El problema de este problema es el remordimiento. Es decir, si hay remordimiento. Y creo que en este caso no lo hay. Pues debiera ser requisito estrictamente exigible el hecho de que todo posible indultado manifieste públicamente su arrepentimiento por los hechos por los que fue condenado. Es decir, que se arrepienta. Porque, puedes estar más o menos contento con tu pena por un delito, pero algo dice de tí, de tus acciones y tus decisiones. Y si eso es así y la pena no es más que una reprobación de la sociedad por tus errores pasados, debes arrepentirte de los mismos, pedir perdón.
Sí es una cuestión de humildad y justicia. De entender. Indultar por tener muchos amigos, por tener una nueva vida o porque en el pasado también hiciste grandes cosas no es razón suficiente para indultarte. Sí lo es que tengas un arrepentimiento sincero. Sincero y público. No se puede pedir menos. Tampoco más.
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